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¿Sabías que los guionistas de series y películas aplican criterios de discriminación positiva para estereotipar personajes? ¿Cómo influye este reparto de roles en la audiencia? Uno podría pensar que esta forma de diseñar caracteres en la ficción puede contribuir positivamente al cambio cultural que hace falta para seguir avanzando en igualdad. ¿Pero son los rasgos de Hommer Simpson los característicos de un padre de familia? ¿Todas las niñas son inteligentes, aplicadas y responsables como Lisa? ¿Responde este reparto de roles a lo que ocurre en la vida real?

Muchas producciones audiovisuales llevan años comprometidas con lanzar un mensaje igualitario y políticamente correcto. Según Ulises Bermejo, a los personajes femeninos se les dota siempre de rasgos positivos. La mujer suele ser la ordenada, la razonable, la formal; mientras que con los hombres se hace una apología del defecto y suelen ser los personajes impulsivos, despreocupados y groseros. “La consecuencia es que son personajes poco reales, porque tanto hombres como mujeres tienen rasgos buenos y malos.” Este tratamiento hipócrita que caracteriza a los personajes de ficción no ayuda a mejorar la igualdad real. Por un lado, porque impone a la mujer una imagen de perfección no sólo física sino de comportamiento. Y por otra, porque no son personajes creíbles a los que se pueda tener como referente.

La clave del éxito de la serie de películas basadas en el personaje de Bridget Jones fue precisamente mostrar una mujer con sus virtudes y sus defectos. En su momento, tanto el libro como las películas supusieron una revolución al presentar a una mujer diferente a la que solemos ver retratada. La protagonista bebe, fuma, es torpe y mete siempre la pata. “Es una mujer que conoce sus defectos, se enfrenta a ellos para superarlos y se reafirma en su condición de mujer imperfecta sin complejos. Y eso es lo que todos deberíamos hacemos en la vida real”, señala Bermejo. La estudiosa y pedante Lisa Simpson tendría en la vida real muchas papeletas para convertirse en una adulta inadaptada y metepatas al puro estilo de Bridget Jones.

¿Y por qué ocurre esto? En el fondo hay un machismo implícito e inconsciente que ve a la mujer como un ser bello y perfecto en su comportamiento y lo lleva al extremo para que funcione en el mundo de la ficción. Y estamos tan acostumbrados que cuando se crean personajes que muestran mujeres con defectos, resulta muy agresivo. Un ejemplo, son los personajes femeninos de la serie “Aquí no hay quién viva”.

Aunque las cosas van cambiando poco a poco, la creatividad se ve muchas veces coartada por el rigor de lo políticamente correcto. Y esto sigue siendo una visión muy masculina de los sexos. En el mundo de la publicidad, por ejemplo, es cada vez más habitual representar al colectivo LGTBI. En anuncios de páginas de citas o de perfumes es normal representar a mujeres que se besan o abrazan, pero la homosexualidad masculina sigue siendo un tabú. “Se sigue pensando que es más estético ver a dos mujeres lesbianas que a dos hombres homosexuales porque es una imagen que hiere menos sensibilidades. Sencillamente, es un lastre de género. Y una visión machista de la sexualidad”, señala Bermejo.

¿Cómo podemos contribuir a romper estas barreras de género en una organización desde el ámbito de la formación? Está demostrado que las webseries y las píldoras formativas en formato audiovisual tienen un alto impacto entre los usuarios porque los contenidos formativos bien integrados en un guion de ficción, consiguen captar la atención y mejoran la capacidad de aprendizaje.

Para impactar en el ámbito de la igualdad, el esfuerzo debe ir más allá de un reparto de papeles equitativo o de posicionar a las mujeres en puestos de dirección. Si queremos transmitir una cultura de igualdad a través de la formación debemos transmitir la diversidad de género real creando personajes que recreen situaciones reales. “A la hora de configurar los personajes hay que tener en cuenta que el usuario tiene que identificarse con ellos para entender la situación y aprender. Por tanto, el reparto de cualidades y defectos entre los personajes debe ser equilibrado. Podremos encontrar una mujer despistada o un hombre ordenado. Y esto se debe hacer no por una cuestión de igualdad, sino para ser fieles a la realidad”, añade Bermejo.

En la vida real no existen rasgos característicos de hombres y mujeres. Por eso, en los productos de formación audiovisual, la igualdad se consigue acercando la ficción a la realidad, no construyendo una realidad paralela como ocurre en la ficción. Deben crearse personajes femeninos y masculinos con sus defectos y sus virtudes y ser capaces de dotarlos de una evolución que los haga aprender y mejorar. Ser políticamente incorrecto a veces, puede resultar incómodo, pero sin duda es necesario para seguir avanzando en la igualdad real.

Y ahora, la buena noticia. Crear estos programas formativos online de alto impacto y muy competitivos, es ya una realidad en muchas organizaciones de nuestro país. La revolución de la formación online está en marcha. ¿Quieres formar parte de ella?

 

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